Naciendo antes de nacer



Una empieza a tener un hijo mucho antes de que nos traigan a esa diminuta criatura y la miremos, mareadas, felices, confundidas, quizás tratando de reconocer algo de nosotras mismas en su rostro. Empieza antes de la que la panza se nos agrande, de que el cuerpo se ponga pesado, de que nos entren los mareos; antes, incluso, de que le acomodemos una habitación y le compremos ropa que posiblemente no le entre; quizás aún antes de que le contemos a la familia y los amigos.

Desde el primer momento en que nos dicen que estamos embazadas, en algún punto, ya estamos teniendo a nuestro hijo. Ese es el primer nacimiento. En nuestra mente y nuestro corazón ese niño o niña ya está comenzando a crecer.

De a poco nuestro futuro bebé va ocupando lugar no sólo dentro de nosotras sino también en la casa y, en general, en nuestra vida. Aún si al principio seguimos haciendo lo mismo de siempre, nos levantamos a la misma hora, vamos al trabajo, tenemos los mismos problemas y preocupaciones que antes, ya nada nos parece igual, vemos todo distinto. ¡Y es que así es! Llevamos en nuestro interior una semilla de vida y eso lo cambia todo. Es ese pequeño ser que casi sentimos crecer en tiempo real y por el que ya haríamos de todo.

Cada cosa que hacemos y cada decisión que tomamos para nuestra futura hija o hijo nos hace imaginarnos cómo será. Compramos juguetes y pensamos cómo jugará con ellos: ¿lo morderá cuando empiecen a crecerle los dientitos?, ¿será este el peluche que elija como compañero durante la noche? Pensamos en nombres y, por supuesto, nos hacemos una imagen diferente con cada uno. En nuestro interior (y no me refiero solamente al interior del cuerpo) nuestro hijito o hijita va naciendo de a poco, ocupando espacios y momentos de nuestra vida que le regalamos con la mayor felicidad.




Pero más allá de todos los planes, de todo lo que nos imaginamos y pensamos, cuando finalmente nos traigan a nuestro pequeño bebé y lo sostengamos en brazos y lo miremos como si se tratara de un milagro o una aparición, sin duda nos sorprenderá. Seguramente sea distinto de lo que nos imaginamos. Y deberíamos acostumbrarnos, porque a medida que crezcan nos ocurrirá eso una y otra vez: nuestros hijos jamás dejan de sorprendernos. De mostrarnos cosas de ellos, del mundo e incluso de nosotras que no conocíamos o no hubiéramos sospechado.

Creo que lo mejor que podemos hacer como mamás, siempre, es estar listas para ser sorprendidas por nuestros hijos. Y disfrutar de cada uno de esos momentos en que logran maravillarnos con lo que dicen o hacen, que es una de las cosas más lindas que nos puede ofrecer la vida.

Por mi parte, les dejo estos cuadritos con láminas de nacimiento personalizados para nuestras amadas máquinas de sorpresas y complementos para las fotos del Baby Shower.






















¡Disfrutemos también de la dulce espera, que es otro hermoso momento de ser mamá!

Mechi.
© Lovely PRINTSMaira Gall